Una grieta esculpida en la roca guarda los vestigios artísticos de antiguos habitantes de la estepa patagónica. Un colorido "mensaje" que cada año atrae a cientos de visitantes de todo el mundo. Alero Charcamata, un enigma a revelar del noroeste santacruceño.
En el noroeste santacruceño, otra cueva y otras manos cuentan la historia de los antiguos pobladores que habitaron esas geografías. Declarado Monumento Histórico Nacional por su belleza y con una gran cantidad de pinturas rupestres, el Alero Charcamata se presenta como un viaje en el tiempo por la naturaleza, con cañadones, arte rupestre virgen y paisajes majestuosos.
"Los visitantes que van al Alero, quedan fascinados", cuenta Claudio Figueroa, titular de la agencia de turismo receptivo 'Zoyen Turismo'. Para la mayoría de ellos, es la primera vez que la visitan y se maravillan con la experiencia que comienza mucho antes de llegar.
La jornada comienza por la mañana con una vianda, agua, ropa cómoda y todos los sentidos despiertos. "Para ir a Charcamata salimos en camionetas desde Perito Moreno a las 9 de la mañana rumbo al sur, por la ruta 40 hasta el Portal Cañadón Pinturas". Durante ese trayecto, guanacos y choiques salen al encuentro, mimetizándose con los colores de la estepa. "De ahí son 30 km más hasta una estancia vecina, vadeando el río Pinturas", hasta un punto donde se deja la camioneta en el Cañadón Charcamata.
Comienzan así los 2 km de un sendero que se recorre a pie con una dificultad baja y rico en belleza escénica. "La gente se va metiendo en la historia", explica Claudio. "Vas concentrándote para ver donde vas poniendo el pie, asombrándote con todo lo que ves arriba, te vas conectando con el lugar sin darte cuenta".
El viento, compañero a cada paso, abre el camino que conduce a un alero con otras manos, otras pinturas y otra historia que se cuenta plasmada en la roca, también testigo del paso del tiempo. "Antes de llegar al alero principal, ya vas viendo paredones con pinturas, que son más recientes que la de Cueva de las Manos, es un cañadón muy lindo, donde se pueden ver aves, águilas moras, cóndores"
El Alero Charcamata mide 81 metros de largo, 24 de alto y 45 de profundidad. Es una especie de hendidura en la parte baja de una pared rocosa que se formó al final de las glaciaciones por acción del agua derretida de los glaciares que fue socavando las montañas. El guía explica que "es casi como una caverna y tiene el acceso a los pies de la cueva, sin infraestructura, no ha tenido intervención humana, no hay rejas ni vallas, y el contacto es mucho más cercano, por lo que, es clave todo lo que se puede ir contando en el viaje".
Los visitantes expresan una "satisfacción total", dice Claudio, que en cada salida se fija como objetivo "hacer consciente la historia que guarda ese lugar, las antiguas comunidades que llegaban hasta ahí, que dejaron plasmada parte de su historia en esas paredes, la conexión que ellos tenían con el lugar y la que tenemos nosotros. Nos infunde un sentimiento de respeto y la necesidad de conservación".
El regreso desanda el mismo camino que se hizo para llegar, entre caminata y vehículo. Toda la excursión, de dificultad baja, lleva unas ocho o nueve horas, llegando a las 18 hs aproximadamente a Perito Moreno.
La temporada, que comenzó el primer sábado de octubre, viene muy alentadora. "Tenemos grupos con reservas hasta abril del año próximo". Las visitas son con reserva previa con una frecuencia de tres veces por semana, con posibilidad de sumar un par más en enero, "según la demanda".
"Nunca se suspendió por mal tiempo", dice Claudio. La vivencia es tan especial que las condiciones climáticas no hacen más que acompañar la experiencia. El conjunto de sensaciones y emociones interpretadas por el turista que visita el Alero Charcamata puede describirse como una experiencia de turismo de naturaleza, completa.